Son esas caricias para el alma, esos regalos inesperados que me hace mi trabajo: una charla larga, de esas que me gustan a mi, con Facundo Cabral. El poeta, el filósofo de la vida, el errante solitario que no es de aquí...ni es de allá. Aunque reconoce que sus raíces más profundas están en este Buenos Aires que tanto ama. Y, aunque se vaya por un ratito, siempre vuelve. El mismo Buenos Aires donde compartió, allá por los '60, mesa de café con Troilo y Piazzolla y que hoy le devuelve la nostalgia de momentos compartidos con su querido Cacho de Buenos Aires o con la China. Por Zorrilla, aclaro.
Hablar con él es una lección de vida. Porque, como dice, "a veces, andando por las calles siento que el diablo tomó el poder. Pero...citando a Fito: ¿quién dice que todo está perdido? Yo vengo a entregar mi corazón".
No todo está perdido porque todavía hay Facundos entonando ferrocabrales, recorriendo estación por estación, haciendo honor al oficio de cantor, contando y cantando allá, exactamente, donde el arte se convierte -vía el artista- en un oasis ante el desierto de la desesperanza.
Facundo Cabral vuelve y lo hace para presentarse el 27 y 28 de marzo, a las 21 en ND Ateneo.
Es una cita obligada. Abstenerse quienes ya no tengan sueños ni crean en las utopías.
Ferrocabral
27 y 28 de mayo, 21 hs.
ND Ateneo
Paraguay 918
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